FUNDACIÓN TOSCANO
  ¿Quiénes somos?
  Los Barandales
  Contactar
  Sitios de interés
DONATIVOS
ACTIVIDADES
  Medalla Salvador
Toscano
  Informe Anual
LABORATORIO DE GUIONES
  Antecedentes
  Guiones Filmados
  Convocatoria 2006-2007
  Resultados 2005-2006
  Calendario
  Talleristas y asesores
  Album de imágenes
y comentarios
ARCHIVO TOSCANO
  Memorias de
un Mexicano
  Filmografía
  Imagenes
DOCUMENTALES
Manuel Moreno Sánchez
COLECCIONES
DIGITALIZADAS
 

Jesús H. Abitia

 
  Colín
  Presidentes
PRODUCCIONES
Y PUBLICACIONES
  CDROM, libros
y videos
  Adquirir
  Suscríbase
a nuestra lista
El registro documental del constitucionalismo de Jesús H. Abitia
Por: Angel Miguel. (Página 3)
Una de las actividades de Abitia en el Cuerpo de Ejército del Noroeste fue la toma de series de postales. La revolución había dado impulso a esta vertiente practicada eventualmente en México por los fotógrafos desde principios de siglo. Uno de los episodios previos al estallido de la guerra, el levantamiento y la posterior represión militar en la mina de Cananea, Sonora, en 1908, fue narrado en una serie de postales por un fotógrafo norteamericano; de ahí en adelante, todos los hechos de armas fronterizos o en los que estuviera involucrada la armada norteamericana (la toma de Ciudad Juárez por las fuerzas de Madero en 1911, la ocupación de Veracruz en 1914, el ataque de Pancho Villa a Columbus en 1916), suscitaron ediciones de series de postales de las que se tiraban miles de ejemplares.

Probablemente el ejemplo de los fotógrafos norteamericanos inspiró a Abitia a hacer un registro de la revolución contra Huerta. Éste comenzó a partir de abril de 1913 con la Campaña del Norte, durante la cual las fuerzas constitucionalistas batieron a los federales en Sonora y de la que Abitia hizo por lo menos 60 postales, y siguió con la Campaña del Noroeste, durante 1914, que condujo a las fuerzas de Obregón hasta la ciudad de México, trayectoria descrita por Abitia en por lo menos 200 postales, en dos series distintas.

Este registro del avance victorioso de las fuerzas obregonistas estaba dirigido principalmente al propio ejército, a los mandos y soldados que a través de esas imágenes recordarían las hazañas realizadas y los lugares recorridos. Seguramente por eso el eje conductor de las postales no era la persona del general Obregón, quien sólo aparecía en unas cuantas imágenes, sino la campaña misma, descrita a través de los hechos de guerra, los campamentos, los soldados, las armas, los paisajes.

La serie incluyó un grupo de fotografías de un aparato, el biplano Sonora, retratado desde el embalaje de piezas para importarlas y su posterior construcción en Hermosillo, hasta que, luego de servir para varios ataques, cayó desde una altura de cincuenta metros cerca de Mazatlán.

El piloto, capitán Gustavo Salinas, salvó la vida, pero el avión quedó destruido. De entrada era llamativo este grupo de fotos por centrarse en un artefacto inusual (apenas un par de años antes se habían visto los primeros aviones en México), pero más adelante cobró mayor significación porque durante los vuelos en que estuvo involucrado el biplano se realizó, según se dice, el primer bombardeo aéreo de la historia. Otra postal de esta serie, la que retrataba al cañón Zaragoza con el que se había hundido un barco federal cerca de la isla de la Piedra en Mazatlán, tuvo una curiosa secuela. Cuando los constitucionalistas tomaron Guadalajara, Obregón pidió a Abitia que diseñara nuevos billetes que se convertirían en la moneda de su ejército. Abitia puso manos a la obra e incorporó al frente de éstos un grabado inspirado en una foto que había hecho a Madero en enero de 1910 cuando, durante la gira de propaganda electoral, lo recibió en su casa de Hermosillo. Y al reverso puso un grabado copiado de la postal del Zaragoza. Las imágenes sintetizaban la idea de que las fuerzas del constitucionalismo derrotarían con las armas a cualquier enemigo de los ideales de Madero, de los cuales se asumían como herederas.

El que Abitia se incorporara a un ejército rebelde para hacer fotografías propagandísticas no era un fenómeno extraño en la época. Otros también tomaban elocuentes imágenes para popularizar las causas de diferentes caudillos, o bien para aprovechar comercialmente, como algunos fotógrafos norteamericanos, el sensacionalismo de la guerra. Lo característico de Abitia fue que trabajara al mismo tiempo en los medios de la fotografía y el cine, porque además de hacer las imágenes que se convirtieron en postales, tomó una gran cantidad de escenas que más adelante editó como un documental de largometraje.

Desgraciadamente no tenemos mucha información sobre esa película que, como todos los documentales de la revolución, se ha perdido en su forma original. Sabemos que comenzó a tomarla cuando inició la Campaña del Noroeste y que reveló los negativos y dio inicio a su edición en la ciudad de México, una vez que las fuerzas combinadas de Obregón y Pablo González tomaron la capital para el constitucionalismo en agosto de 1914. Es probable que una primera versión de la cinta fuera, como las series de postales de las campañas militares, la mera descripción cronológica del proceso victorioso que había llevado a los obregonistas del norte de la república hasta la capital. Las campañas habían sido un éxito, por lo que la narración podía ser muy simple: para tener impacto propagandístico, Abitia no tenía más que exponer paso a paso el imbatible avance del constitucionalismo alternando las escenas –como en los documentales de los hermanos Alva, Enrique Rosas, Salvador Toscano y otros cineastas contemporáneos–, con intertítulos que las explicaban y en los que se incluía de manera muy clara propaganda facciosa. Pero también es posible que, de la misma manera en que había hecho el emblema revolucionario del billete agregando al cañón constitucionalista la imagen del presidente sacrificado Francisco I. Madero, Abitia sumara a la cinta escenas del periodo previo (conseguidas en el mercado local de películas) para, al establecer un vínculo con un pasado prestigioso, otorgar mayor legitimidad a las luchas del constitucionalismo. Fuera como fuera, el cineasta no pudo editar su película en México al ocurrir algo inesperado. Una vez derrotadas las fuerzas federales de Victoriano Huerta, las circunstancias cambiaron al romperse las hostilidades entre dos bandos de la revolución. El gobierno del presidente Carranza, acosado por las fuerzas de los convencionistas encabezadas por Pancho Villa y Emiliano Zapata, tuvo que salir de la capital para instalarse en Veracruz.

A pesar de que por estos motivos la película ya no tendría la fuerza de representar un proceso victorioso terminado, Abitia no podía desaprovechar el impacto propagandístico de sus materiales y en diciembre de 1914 exhibió en Veracruz una primera versión de su cinta, titulada Marcha del ejército constitucionalista por diversas poblaciones de la república y sus entradas a Guadalajara y México y el viaje del señor Carranza hasta su llegada a esta ciudad. El título sugiere que se trataba de una obra en proceso, pues no era lógico esperar que las fuerzas de Carranza se quedaran replegadas en Veracruz durante mucho tiempo. Es decir, el final de la historia, de alguna manera, quedaba indecidido, abierto.

El cineasta viajó poco después a La Habana, Cuba, y al regresar a México, en una breve escala en el estado de Yucatán, exhibió una nueva versión de la cinta bajo el título de La campaña constitucionalista. Un periodista yucateco mencionó algunas de sus escenas, pero consideró inconveniente citar “todos los lugares, todos los detalles que vemos en esta cinta”, de la que por otra parte opinaba que era “una de las más notables de cuantas se han exhibido en Mérida”. Esta parquedad es lamentable porque, como ya he dicho, la película se perdió bajo la forma en que fue exhibida, y ni siquiera se conservan programas impresos, como sucede con otros documentales de la revolución, que nos permitan reconstruir su estructura. Pero es obvio por las partes destacadas en la crónica que la narración no terminaba con la toma de la ciudad de México (que habría hecho la descripción completa de un ciclo), sino que la campaña constitucionalista se había alargado hasta los inciertos tiempos del presente. Ahora los enemigos eran villistas en lugar de federales huertistas, pero Abitia estaba decidido a mostrar que el constitucionalismo obtendría la victoria sobre sus enemigos, cualesquiera que éstos fuesen.
Página: 1 2 3 4

Fundación Toscano IAP | México, D.F. Junio de 2005